Inchcolm Abbey, South Queensferry

La abadía de Inchcolm es una abadía medieval situada en la isla de Inchcolm, en el estuario del Forth, en Escocia. La abadía, situada en el centro de la isla, fue fundada en el siglo XII durante el episcopado de Gregoir, obispo de Dunkeld. La tradición posterior la sitúa incluso antes, en el reinado del rey Alejandro I de Escocia, que probablemente tuvo alguna relación con la isla; al parecer, fue arrastrado a la orilla tras un naufragio en 1123, y se refugió en una cabaña de ermitaño.

La abadía fue utilizada por primera vez como priorato por canónigos agustinos regulares, convirtiéndose en abadía de pleno derecho en 1235. La isla fue atacada por los ingleses a partir de 1296, y la abadía fue abandonada tras la reforma escocesa de 1560. Desde entonces se ha utilizado con fines defensivos, ya que está situada en una posición estratégicamente importante en medio del Firth of Forth. Una inscripción medieval tallada sobre la entrada de la abadía reza: "Stet domus haec donec fluctus formica marinos ebibat, et totum testudo perambulet orbem", o sea, "Que esta casa se mantenga en pie hasta que una hormiga drene el mar fluyente, y una tortuga camine por todo el mundo".

La abadía de Inchcolm cuenta con los restos más completos que se conservan de cualquier casa monástica escocesa. Los claustros, la sala capitular, la sala de calentamiento y el refectorio están completos, y la mayoría de los restantes edificios claustrales sobreviven en un estado prácticamente completo. La parte menos conservada del complejo es la iglesia monástica. Las ruinas están a cargo de Historic Environment Scotland, que también mantiene un centro de visitantes cerca del muelle de desembarco.

En julio de 1581 se llevaron a Edimburgo piedras de la abadía para reparar el Tolbooth.

Entre los abades de Inchcolm se encontraba el cronista del siglo XV Walter Bower.