Limes Britannicus, Muro de Adriano

La frontera del Imperio Romano en Gran Bretaña es a veces llamada Limes Britannicus por los autores para los límites, incluyendo fortificaciones y murallas defensivas, que se construyeron para proteger a la Gran Bretaña romana. Estas defensas existieron desde el siglo I al V d.C. y atravesaban el territorio de las actuales Inglaterra, Escocia y Gales.

Gran Bretaña era una de las regiones más conflictivas de la parte europea del Imperio Romano y sólo podía ser asegurada por el ejército romano con un esfuerzo considerable. A pesar de una rápida victoria sobre las tribus del sur, que el comandante de campo de Claudio, Aulo Plaucio, logró en el año 43 d.C. para Roma, la resistencia de los británicos no se rompió por completo durante mucho tiempo después. No obstante, los romanos consiguieron consolidar aún más su dominio en el período siguiente, aunque las tropas allí estacionadas se vieron sobrecargadas al tener que defender Gran Bretaña simultáneamente en tres frentes. Las incursiones de los bárbaros desde el norte de la isla causaron repetidamente graves problemas. Al oeste y al sur, las provincias británicas tenían que ser defendidas contra los ataques hibernianos y germánicos. Contra todo pronóstico, el Imperio Romano mantuvo a Gran Bretaña durante casi tres siglos. En retrospectiva, la dominación romana de Britania se considera generalmente positiva. Durante mucho tiempo hubo paz y prosperidad en la isla. Tras la protección del Muro de Adriano y la formada por las fronteras costeras naturales al este, sur y oeste, la región que hoy conocemos como Inglaterra estaba muy influenciada por los logros de la civilización romana. El Muro de Adriano y el castro de la costa sajona siguen siendo los símbolos más destacados del dominio romano sobre Gran Bretaña.