Tophet de Salammbô, La Marsa

El tofet de Cartago, también conocido como tofet de Salammbô, es un antiguo recinto sagrado dedicado a las deidades fenicias Tanit y Baal situado en el barrio cartaginés de Salammbô, en Túnez, cerca de los puertos púnicos. Este tophet, "híbrido de santuario y necrópolis", contiene un gran número de tumbas de niños que, según las interpretaciones, habrían sido sacrificados o enterrados en este lugar tras su muerte prematura. El perímetro está unido al sitio arqueológico de Cartago, clasificado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

La cuestión del destino de estos niños está fuertemente ligada a la religión fenicia y púnica, pero sobre todo a la forma en que los ritos religiosos -y más allá de eso, la civilización fenicia y púnica- fueron percibidos por los judíos en el caso de los fenicios, o por los romanos con motivo de los conflictos que les enfrentaron a los púnicos. En efecto, el término "tophet" designa originalmente un lugar cercano a Jerusalén, sinónimo de infierno: este nombre, procedente de fuentes bíblicas, induce a una interpretación macabra de los ritos que supuestamente tenían lugar allí y corrobora una suposición compartida por los interlocutores que aportaron fuentes sobre los fenicios en general y los púnicos en particular: la religión en Cartago era "infernal". Más recientemente, el imaginario colectivo se vio alimentado por la novela Salammbô de Gustave Flaubert, que dio nombre al barrio donde se descubrió el santuario. El cómic Le Spectre de Carthage, que forma parte de las aventuras de Alix escritas por Jacques Martin, recoge esta interpretación.

La mayor dificultad para determinar la causa de los enterramientos radica en que las únicas fuentes escritas que informan del rito del sacrificio de niños son todas ajenas a la ciudad de Cartago. Las fuentes arqueológicas -estelas y cipos- están sujetas a múltiples interpretaciones. Por ello, el debate ha sido muy vivo durante mucho tiempo y aún no se ha zanjado del todo entre los distintos historiadores que han estudiado el tema. Por lo tanto, se impone la máxima precaución, ya que el historiador de la Antigüedad se enfrenta a fuentes escritas y arqueológicas que son, si no divergentes, al menos sujetas a interpretación.