Hechos sobre: Salsa holandesa
La salsa holandesa, una emulsión clásica francesa, está compuesta de yemas de huevo, mantequilla derretida y jugo de limón, sazonada con sal y pimienta. Es un elemento fundamental en la cocina francesa y se emplea frecuentemente en platos como los huevos Benedict y como cobertura para verduras como los espárragos.
Los orígenes exactos de la salsa holandesa son algo inciertos. Algunos argumentan que tiene raíces francesas, mientras que otros creen que proviene de los Países Bajos. Ganó popularidad en el siglo XVII gracias a La Varenne y desde entonces ha inspirado variaciones como la salsa Isigny, nombrada en honor a una famosa región productora de mantequilla.
Preparar salsa holandesa requiere cierta destreza para evitar que se cuaje. Es necesario calentar suavemente las yemas de huevo, la mantequilla y el jugo de limón, y revolver constantemente para crear una emulsión suave y estable. Existen diferentes métodos para elaborarla, incluyendo el uso de un baño maría o una licuadora. La clave es controlar la temperatura cuidadosamente.
Los ingredientes básicos para la salsa holandesa son mantequilla, yemas de huevo, jugo de limón, sal y condimentos como pimienta blanca o pimienta de cayena. Como "salsa madre", la holandesa sirve de base para muchas otras salsas, como la Béarnaise, la salsa Choron y la salsa Mousseline. Estas variaciones obtienen sus sabores únicos de ingredientes adicionales como hierbas, mostaza o crema.
Incluso es posible congelar la salsa holandesa para usarla posteriormente, lo que la convierte en una adición práctica a cualquier cocina. Su textura rica y cremosa y su sabor ácido la hacen una favorita para realzar el sabor de numerosos platos, especialmente aquellos con mariscos o carnes a la parrilla.